IGLESIA

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El templo parroquial

jueves, 29 de octubre de 2020

LAS PELÍCULAS DE MI INFANCIA



LAS PELÍCULAS DE MI INFANCIA

En otro capítulo hablé del señor que manejaba la planta eléctrica del pueblo donde transcurrieron once años de mi niñez, Marcos Cubillos, apodado Lucero porque manejaba la luz eléctrica; al mismo tiempo era quien proyectaba películas una vez a la semana en una casona que tiene (todavía existe la casa, casi en ruinas) un patio interior amplio sobre unas sábanas cosidas que servían de telón. Eran películas de 36mm, de esas que alquilaban en unas maletas que contenían dos o tres carreteles con las cintas. Hablo de años anteriores a 1960, cuando a los pueblos llevaban películas en blanco y negro y bastante viejas; solo en las ciudades grandes se presentaban estrenos, y estos no eran muy nuevos, por ejemplo la película LOS DIEZ MANDAMIENTOS con Charlton Heston, filmada en 1954, llegó a Bogotá como con diez años de retraso, qué puedo decir de mi pueblo.

Don Marcos nos presentaba muchas películas mexicanas, que eran sus preferidas, con ellas aprendí historia de México y su revolución, conocí los principales cantantes y compositores de rancheras y, la lista es muy larga, les voy a nombrar algunos como José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Tony Aguilar, Jorge Negrete, Luis Aguilar, Miguel Aceves Mejía, Amalia Mendoza y otros que aparecían en las películas con su traje de charros y tremendas pistolotas. No hay que olvidar al maestro Mario Moreno, Cantinflas, Tin Tan, Resortes y otros cómicos que se me fueron de la memoria.

También nos deleitaba con películas de guerra, por supuesto, de la primera y segunda guerra mundiales, en las cuales siempre perdían los alemanes y los japoneses. La otra línea de cine del señor Lucero eran las películas del oeste; en estas los blancos masacraban indios y mataban bisontes al por mayor, pero también se daban en la jeta en los bares que llamaban Saloon, claro que no faltaban las balaceras y los tipos más rápidos del oeste, que los niños imitábamos en nuestros juegos con pistolas de juguete.

Por último recuerdo las películas de Sandokan, el Tigre de la Malasia, un pirata que nos caía bien a los infantes y se mezclaba en nuestros juegos; claro que había otros piratas pero el preferido era Sandokan, un malo bueno. También, de vez en cuando se colaban películas como los tres Mosqueteros y El Conde de Montecristo. Siempre imitábamos el argumento en los potreros aledaños al pueblo y nos divertíamos hasta que con una espada de mentiras casi le sacábamos un ojo de verdad a otro niño y todas nuestras armas iban para la candela en las estufas de carbón que había en todas las casas.

Varios lectores me comentan de películas que no corresponden a los años que viví en Chipaque, jamás vi una en colores, lo que se denominó Tecnicolor. Tampoco nombro a Javier Solis o Vicente Fernández, dos grandes de la canción ranchera, que por esos años no habían aparecido en la farándula aunque ya hubieran nacido.

Por poco olvido el cine que nos presentaba la empresa cervecera Bavaria en la plaza central, contra la pared de la casa cural. De vez en cuando llegaba una camioneta a promocionar los productos de Bavaria y nos citaban a ver cine, por supuesto que no había sillas y nos acomodábamos sentados en el físico suelo; a los niños nos daban una Pony Malta, a las señoras una Costeñita y a los señores una Costeña. Cuando terminaba un rollo había que esperar a que lo cambiaran y de vez en cuando se cortaba la cinta y esperábamos a que la pegaran con cinta transparente, bueno todo hacía parte de la diversión.

Y no crean que esos años eran aburridos, para nada. Nos divertíamos tanto o más que ahora. En otro artículo les hablo del Circo, o mejor los circos que llegaban a la población. Uno pertenecía a la empresa Bavaria, con muy buena carpa, silletería y utilería, pero llegaban otros muy pobres que son los que recuerdo con pesar, muy pocos actores, vestuario remendado, casi en harapos… Después les cuento.

Edgar Tarazona Angel

  

jueves, 2 de noviembre de 2017

TUNEL EN LA VIA


NO SE QUE HA PASADO PERO TRATO DE PUBLICAR ARTÍCULOS RELACIONADOS CON MIS VIVENCIAS INFANTILES Y LAS LETRAS NO SALEN.

POR LO MENOS ESO PASÓ CON MI ARTÍCULO DEL CIRCO. ESTE ES UN ENSAYO A VER SI APARECE EL TEXTO ESCRITO.

 SI APARECEN LAS LETRAS DEBO REVISAR DE NUEVO QUE PASA.

LES AGRADEZCO A MIS PAISANOS QUE ESTÁN LEYENDO MIS HISTORIAS.

EDGAR TARAZONA ANGEL

miércoles, 1 de noviembre de 2017

UN CIRCO EN CHIPAQUE


Cada año en las mismas fechas se aparecía en Chipaque un circo pequeño, patrocinado por Bavaria, que se instalaba por lo general en lo que era el campo de deportes. En especial para los niños era lo máximo porque las distracciones infantiles en esos años para los niños casi que no existían y nosotros, a punta de imaginación, nos distraíamos.

Al comprar la boleta a las personas mayores les daban una cerveza Costeñita y a los niños una Pony Malta. Por eso a dicho circo algunos le decían circo Costeñita, o circo Bavaria o Pony Malta; lo cierto es que nos divertíamos con los dos payasos de siempre que contaban los mismos chistes, los malabares de un acróbata que se cambiaba rápido y se convertía en trapecista. Uno de los payasos también era el mago y el otro el traga fuego.

Para los mayores el mayor atractivo del circo era una muchacha en traje de baño con lentejuelas que hacía acrobacias en el piso y luego en el trapecio y ahora como adulto saco la conclusión de que no era la habilidad de la mujer la que arrancaba los aplausos de los señores sino que en Chipaque nunca se veían señoras en traje de baño mostrando piernas y la chica, además de joven era bastante atractiva y coqueta y sus sonrisas al público muchos señores las tomaban como si fueran para cada uno de ellos.

Para resumir les cuento que como el pueblo era tan pequeño, el espectáculo no justificaba permanecer mas de diez o doce días porque nadie entraba más de tres veces a ver lo mismo. Salvo unos pocos señores atraídos por las miradas de la contorsionista y sus piernas al aire. Los niños quedábamos motivados para montar nuestro propio circo y esto ocasionó más de un problema, sobre todo por las maromas en el trapecio que produjeron más de un porrazo, lastimaduras, tronchaduras, lágrimas y sangre. Por mi parte conservo una cicatriz en la cabeza porque calculamos mal el bamboleo del trapecio y purrundún contra una pared. Algunas niñas también participaron de este circo infantil y, por supuesto, recibieron golpes y sufrieron lastimaduras practicando acrobacias. A medida que aumentaron los lesionados los padres se pusieron en guardia y nos curaron definitivamente la fiebre de artistas de circo a punta de correazos.

martes, 31 de octubre de 2017

EL CIRCO EN CHIPAQUE


EL CIRCO EN MI PUEBLO

Cada año en las mismas fechas se aparecía en Chipaque un circo pequeño, patrocinado por Bavaria, que se instalaba por lo general en lo que era el campo de deportes. En especial para los niños era lo máximo porque las distracciones infantiles en esos años para los niños casi que no existían y nosotros, a punta de imaginación, nos distraíamos.
Al comprar la boleta a las personas mayores les daban una cerveza Costeñita y a los niños una Pony Malta. Por eso a dicho circo algunos le decían circo Costeñita, o circo Bavaria o Pony Malta; lo cierto es que nos divertíamos con los dos payasos de siempre que contaban los mismos chistes, los malabares de un acróbata que se cambiaba rápido y se convertía en trapecista. Uno de los payasos también era el mago y el otro el traga fuego.
Para los mayores el mayor atractivo del circo era una muchacha en traje de baño con lentejuelas que hacía acrobacias en el piso y luego en el trapecio y ahora como adulto saco la conclusión de que no era la habilidad de la mujer la que arrancaba los aplausos de los señores sino que en Chipaque nunca se veían señoras en traje de baño mostrando piernas y la chica, además de joven era bastante atractiva y coqueta y sus sonrisas al público muchos señores las tomaban como si fueran para cada uno de ellos.
Para resumir les cuento que como el pueblo era tan pequeño, el espectáculo no justificaba permanecer mas de diez o doce días porque nadie entraba más de tres veces a ver lo mismo. Salvo unos pocos señores atraídos por las miradas de la contorsionista y sus piernas al aire. Los niños quedábamos motivados para montar nuestro propio circo y esto ocasionó más de un problema, sobre todo por las maromas en el trapecio que produjeron más de un porrazo, lastimaduras, tronchaduras, lágrimas y sangre. Por mi parte conservo una cicatriz en la cabeza porque calculamos mal el bamboleo del trapecio y purrundún contra una pared. Algunas niñas también participaron de este circo infantil y, por supuesto, recibieron golpes y sufrieron lastimaduras practicando acrobacias. A medida que aumentaron los lesionados los padres se pusieron en guardia y nos curaron definitivamente la fiebre de artistas de circo a punta de correazos.

Edgar Tarazona Angel 

martes, 17 de octubre de 2017

LAS FERIAS Y FIESTAS DE ANTES (1a Parte)



LAS FERIAS Y FIESTAS

Las ferias y fiestas Primera parte

Para muchos en el pueblo, en especial para los señores y los comerciantes, estos días se convertían en uno de los ejes primordiales de su existencia. La celebración de estas festividades se realizaba (creo que todavía se realizan en las mismas fechas) en la última semana de octubre, mejor dicho, las hacían coincidir con el último sábado y domingo, pero empezaban desde la noche del miércoles y se inauguraban en la madrugada del jueves con el estruendo de voladores y la música de una banda musical contratada para la ocasión, siempre eran bandas de otros pueblos y la Junta de Ferias trataba de contratar para la ocasión la de más renombre por esas fechas. Recuerdo la banda de Vianí, la de Villeta, algunas del Tolima y de otras regiones apartadas, hasta de la Costa Atlántica llegaron. Dichas bandas eran un conjunto de instrumentos ruidosos y desafinados que recorrían las calles en medio de los gritos de los borrachines, el tronar de los voladores, vivas a las ferias y fiestas de Chipaque y las risas de los madrugadores. El bobo del pueblo encabezaba la procesión (o alguno de estos pobres seres que en épocas pasadas eran parte del folclor de los pueblos) y por todas partes “El Tayón” con su dulzaina tratando de llevar el mismo ritmo de los músicos.
En esta madrugada los señores importantes cabalgaban en su mejor caballo, rodeados de los peones de sus fincas, por esos años las damas eran de la casa y ninguna participaba de estas cabalgatas; si alguna era aficionada a echarse sus traguitos lo hacía en la soledad de su casa o donde alguna amiga. A las cuatro de la madrugada el retumbar de cascos y el estallido de la pólvora marcaba el comienzo de los cuatro o cinco días de jolgorio. Pero en ese amanecer el trago recalentaba los cuerpos ateridos por el frío y algunos caballeros disparaban sus armas al aire para mostrar su felicidad. El desfile recorría todas las calles (no muchas) para que no quedara un solo habitante en el país de los sueños y luego, en la plaza central, se realizaba un acto con discursos del señor alcalde y el presidente de la Junta de ferias para declarar legalmente abiertas las celebraciones.
La plaza central era el escenario mayor de estas fiestas, allí se construía un cerco de madera alrededor de todo el marco de dicha plaza con postes separados unos tres metros uno de otro, con varas horizontales escalonadas donde se instalaban los espectadores (años más tarde se armaba una plaza con mayores comodidades en el antiguo Potrero de Bavaria) y corrían el riesgo de que las amarras se rompieran y la vara cayera sobre la humanidad de quienes estaban asomando su cabeza, cosa que ocurría con frecuencia. En la parte de arriba de la plaza se construía una plataforma que servía de palco de honor para las autoridades municipales, familias importantes (me reservo los nombres), las candidatas al reinado y la banda de música. Algunos niños no podíamos explicarnos el por qué  los muchachos de cierta edad, mayores de nosotros, se ubicaban debajo del palco, donde poco o nada se veía de la corrida y los payasos; cuando crecí supe el secreto, el espectáculo estaba sobre la plataforma; las damas en falda se levantaban cuando las emociones lo ameritaban y los bandidos de abajo se deleitaban mirándoles las piernas y los calzones por las rendijas del entablado.
Una de las características de este festival pagano era que se realizaba al frente de la iglesia y el cura de turno (Aquilino Peña o Isaac Montaño) montaba en ira santa pero no podía hacer nada, se dio el caso de que los animales sin dueño penetraban en el templo a la hora de la misa y los feligreses desatendían el rito para espantarlas y se formaba un tropel de todos los infiernos. Desde mi puesto de acólito en el altar me tapaba la boca para que no se notara que estaba toteado de la risa. El curita mandaba cerrar las puertas pero ya los fieles se habían desentendido de la ceremonia y comentaban entre risas disimuladas el suceso. El asunto se complicaba cuando alguna vaca se cagaba y ahí sí que el padre tronaba maldiciones contra los ganaderos de otros pueblos. Yo pensaba y me preguntaba ¿Es que las vacas de Chipaque no cagan ni mean?, claro que esos pensamientos paganos me los guardaba para no soportar una bofetada del cura Peña.
En mis recuerdos infantiles quedó impregnado el olor de estas  fiestas; una mezcla extraña que me atraía y repelía al tiempo, las señoras de la sociedad olían bien, salían perfumadas y vestidas con elegancia; sus maridos usaban una loción que no se aplicaban el resto del año, la iglesia olía todo el tiempo a incienso que el sacerdote mandaba quemar para contrarrestar los olores de la plaza y en las casa se quemaban yerbas con el mismo motivo, los niños salíamos bañaditos y bien vestidos a dar una vuelta y, algunas veces a una de las casas del marco de la plaza para observar las corridas (La de Rosario Angel, Las Baquero, la torre de la iglesia, una casa vieja que luego se demolió y dio paso a lo que ahora se denomina Palacio Municipal y hasta las ventanas de la casa cural servían de palco. Los otros olores no eran agradables, todas las calles hedían a mierda de animal y de cristiano, a orines de los mismos y el olor más repugnante que recuerdo: el de los vómitos de los borrachos.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

RECUERDOS DE UNA PRESENTACIÓN TEATRAL

APROVECHO ALGUNAS FOTOS QUE ME HIZO LLEGAR DEISY VILLALOBOS PARA

MOSTRARLE A LOS PAISANOS UNA SESIÓN DE TEATRO EN EL COLEGIO DE LA PRESENTACIÓN.

USTEDES MIRARAN CON DETENIMIENTO LAS FOTOGRAFÍAS PARA IDENTIFICAR A LOS ACTORES








LAS PELÍCULAS DE MI INFANCIA

LAS PELÍCULAS DE MI INFANCIA En otro capítulo hablé del señor que manejaba la planta eléctrica del pueblo donde transcurrieron once años de ...